jueves, 2 de septiembre de 2010

En memoria de Gisela Wiedermann

Recuerdo a Gisela como una leona, territorial y dura de pelar. Cuando
aquellos mozalbetes que éramos hace más de cuarenta años, íbamos por su
casa a ver a José Luis García Rúa, nos ponía un careto de no te menees.
Pensaría con todo derecho: "Ya están aquí estos gañanes que lían al mi
hombre"... Nosotros no teníamos nada que perder salvo "las melenas" y José
Luis tenía un par de críos guapísimos que sacar adelante. Hacía poco que se
habían mudado de Pedro Menéndez, detrás del Grupo Escolar Jovellanos, a
Magnus Blikstad frente a la estación de los Alsas en Gijón. Estuviese
donde estuviese la casa de Gisela y José Luis (como la de su madre Pilar,
en la calle del Príncipe), siempre era una casa abierta. En ella había un
libro, una respuesta, un disco, una idea nueva o un plato de cocido para
quien necesitase alimentarse. A José Luis ya lo habían echado, por
“desafecto al régimen de Franco”, de la Universidad de Oviedo en donde
impartía latín y de la Escuela de Comercio de Oviedo donde daba clases de
alemán. Se ganaba la vida dando clases particulares en su casa y en la
academia GCP, al principio de la calle Uría. Recuerdo que, durante una
buena temporada, me dio por ir a buscarle a la salida y acompañarle hasta
su casa. Íbamos charlando, Rúa tiraba de su bicicleta y alguna vez me
decía: “Sigue caminando; nos vemos más allá”. Él se paraba ante un
escaparate y yo seguía para adelante. El asunto era que nos habíamos
cruzado con Pedrosa, Novoa, “El Gitanu” o algún policía de la Brigada
Político Social.

Me acuerdo de un estado de excepción (creo que era a principios del 69),
en que José Luis estuvo varios días detenido. Siguiendo las ordenes de
Claudio Ramos, jefe de la policía política de Franco en Asturias y que
siempre que tenía ocasión se jactaba de “haber echado a Rúa de Oviedo”,
fueron a por él a su casa de madrugada. A la noche siguiente algunos
rapazones de las Comunas Revolucionarias de Acción Socialista (CRAS),
salimos con unas tizas de colores a pintar todo Gijón: "Rúa detenido", "Rúa
preso", incluso "Rúa reprimido" (aquello, en plena recuperación de Wilhelm
Reich por el Mayo Francés, trajo su coña). Incluso algún desmadre en la
fachada de un banco de La Acerona: "Banqueros del mundo uníos, tenemos
pocas bombas para acabar con vosotros"... Genialidad, dadas las
circunstancias muy inoportuna, escrita por alguien que un lustro después
sería un cuadro del reconciliador PCE. Bueno, a lo que iba: en ese estado
de excepción, con José Luis en los calabozos de Cabrales, Gisela se
presentó en comisaría con un crío en cada mano y les montó un buen número a
la Policía política de Franco. Gisela tuvo que aguantar los insultos y
amenazas de aquellos que hacían su trabajo con tanto celo y dedicación...
Tanto que muchos de ellos, únicos beneficiarios de la Ley de Amnistía de
1977, continuaron haciendo “carrera” en la Policía Democrática, y perdón
por la incongruencia.

Lo cierto es que Gisela, como todas las mujeres de los militantes
antifranquistas y anticapitalistas de aquella época, se llevaban la peor
parte: sacar la casa adelante y a los hijos, con el padre preso, detenido,
o despedido. Los tíos hacían lo que querían; cierto que con peligros
grandes: la policía disparaba con frecuencia al “aire de los pulmones”;
detenciones arbitrarias, torturas, prisión y todo lo que se quiera..., pero
insisto: hacían lo que querían y entendían que debían de hacer. Sus
compañeras eran las que realmente lo pasaban mal.

En memoria de Gisela Wiedermann

El pasado lunes moría en Granada Gisela Wiedermann, compañera del filósofo
y militante anarquista José Luis García Rúa. Sirva esta nota como homenaje
a su discreción y valentía defendiendo su familia

Hace poco menos de diez años, Gisela y José Luis habían comprado un piso
en la calle San Rafael y ambos tenían en la cabeza pasar largas temporadas
aquí. La represión y persecución franquista, les había echado de Gijón en
1971, donde Rúa no encontraba trabajo. Le ofrecieron uno en la Universidad
Laboral de Córdoba; se fueron al Sur y hasta allí llegó la persecución y
las dificultades. En menos de un curso ya le habían expulsado de la Laboral
y del Instituto Séneca. En el curso 1972-73, comenzó a dar clases de
Historia de la Filosofía en el Colegio Universitario Santo Reino de Jaén y,
en 1975, José Luis pasa a la Universidad de Granada, donde les ganó en
magistratura un contencioso al Estado, quedándose definitivamente como
profesor adjunto titular de Historia de la Filosofía.

Desde que Gisela le acompañara en 1958 a Gijón, de vuelta de su Lectorado
de Español en la Universidad de Maguncia (Alemania), en la que había estado
ejerciendo durante tres años, aquella valiente mujer no dejó de pelar y de
acompañar a José Luis en sus decisiones. Él había encontrado al regresar a
su tierra natal, un grupo de gente por la que decidió dejar su puesto de
profesor adjunto con Tovar en la Universidad de Salamanca y, también,
aquella plaza de lector en Maguncia. En Gijón se quedaron Gisela y José
Luis, y, algunos nunca se lo agradeceremos lo suficiente. Ahora este piso
de Ceares, apenas pudieron disfrutarlo porque Gisela llevaba varios años
con problemas serios de salud. Su enfermedad la hizo sufrir, y por
desgracia, también le dio a José Luis la oportunidad de cuidarla con
auténtica devoción, devolviéndole el afecto y la dedicación que ella le dio
toda su vida.

Boni Ortiz
Miembro del Aula Popular "José Luis García Rúa"

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