El anarquismo no es terrorismo ni violencia, y los anarquistas no apoyan, ni ayudan, ni simpatizan con terroristas o con los llamados movimientos de liberación nacional.
El anarquismo no significa irresponsabilidad, parasitismo, criminalidad, nihilismo o inmoralidad, sino que exige el máximo nivel de ética y responsabilidad personal.
El anarquismo no se opone a la organización. Los anarquistas sólo desean que todas las organizaciones sean voluntarias, y afirman que el orden social sólo existirá cuando sea así.
Los anarquistas son decididamente anti-estatistas y no defienden "estados limitados" ni estados de bienestar.
Los anarquistas se oponen a toda coerción. La pobreza, el fanatismo, el sexismo y la degradación ambiental no se pueden superar con éxito a través del estado. Por tanto, los anarquistas se oponen a los impuestos, a la censura y a la llamada acción afirmativa y regulación gubernamental.
Los anarquistas no necesitan excusas o chivos expiatorios. La pobreza y la destrucción del ambiente no son causadas, en última instancia, por las transnacionales, el FMI, los EEUU, el "mundo desarrollado", el imperialismo, la tecnología o cualquier otra figura diabólica, sino que están arraigadas en el poder de coerción. Solamente la abolición de la coerción permitirá superar estos problemas.
El anarquismo no postula ningún sistema económico en particular, y sólo desea que la economía sea no-coercitiva y formada a través de la organización voluntaria.
Los anarquistas son no utopistas o sectarios, sino que simpatizan con cualquier esfuerzo para disminuir el estatismo y la coerción, y para sustituir las relaciones autoritarias por voluntario.
Larry Gambone
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