viernes, 16 de julio de 2010

Una queja de 2005 ya alertó de vejaciones en 'Río Casaio'


redacción OURENSE - 20-06-2010 Las vejaciones que fueron denunciadas en un grupo de niñas internas en 2008 en el centro de menores Hogar Lar 'Río Casaio' y que sustancian el proceso penal -pendiente de juicio- contra dos educadoras y el director tiene un primer precedente en la queja formulada ante Menores tres años antes por una asistente infantil y un grupo de internas. No obstante, la investigación no encontró amparo y todo siguió igual, según recuerdan las protagonistas. En ese momento, las dos educadoras sobre las que se vertieron las quejas no eran las mismas que ahora van a ser juzgadas pero sí el director.

Rita Silva tenía entonces 17 años y recuerda todo aquello como 'un no vivir, porque no se puede aprender a base de palos'. Rita vivía en 'Río Casaio' desde los 14 años con su hermana pequeña, un año menor. Ahora, con 22 años, ya una mujer, responsable, trabajadora y madre de familia, ha pasado página pero no puede olvidar. 'Menos no hizo nada porque casi todas las niñas, a excepción de mi hermana, Guadalupe, la asistente infantil, y yo mantuvimos el testimonio inicial', explica. Según cree, las niñas interrogadas eran muy pequeñas y tenían miedo a represalias.

La joven no sólo cuestiona la mano dura aplicada a las prácticas educativas del centro sino al que ella juzga como 'escaso control del Servicio de Menores'. 'En los cinco años que estuve allí, sólo pasaron una vez a inspeccionar las instalaciones', añade.

Rita reconoce que le pegaron -'una vez por tirar unos libros al suelo me cogieron por los pelos y me pegaron patadas en el suelo'- pero también describe prácticas poco ortodoxas a nivel educativo y psicoafectivo. 'Te daban un rollo de papel higiénico con le fecha en el cartón y tenía que durarte un mes; no te dejaban duchar de cuerpo entero salvo los domingos o tenías que fregar las juntas de las baldosas del suelo de rodillas y con un cepillo de dientes', relata. Por portarse mal en el colegio, tuvo que ir durante meses con la misma ropa (un chándal que sólo se lavaba el fin de semana) al centro educativo.

Todas estos hábitos le llamaron al atención a Guadalupe López Rodríguez cuando llegó a ese centro de menores para hacerse cargo de las niñas los fines de semana (entre junio de 2004-septiembre de 2005). 'Las niñas me contaron cosas y yo veía que las advertencias que me hacían la educadoras contra su hostilidad no era tal; eran niñas súper dóciles y colaboradoras'. Esta asistente infantil asegura que no presenció agresiones pero sí castigos . 'Un sábado vi a una de las niñas estudiando de rodillas de la puerta del recibidor o como una de ellas, por bajar nota, tuvo que comer ella sola en la habitación en las cenas especiales de Navidad', relata.



Por todo ello, en el verano de 2005 decidió dar el paso. 'Primero le pregunté a una sobrina que es educadora social si eso era normal y me dijo que no; llamé al Teléfono del Menor, sin mucho éxito, y finalmente acudí a Benestar Social sin identificarme', explica. Las conductas que les describió las tildaron de 'muy graves' por lo que en ese momento decidió identificarse al centro y a las educadoras en cuestión. La queja quedó finalmente archivada porque todas las niñas se retractaron menos Rita y su hermana. La primera consecuencia es que las hermanas fueron separadas unos meses, sin que Benestar tuviera conocimiento. Para ellas, el director, el ahora imputado Arturo E.R., no sólo era sabedor sino que 'en numerosas ocasiones nos llamó de todo, rebajándonos a nosotras y nuestra familia'.

No hay comentarios:

Publicar un comentario